Columna pedagógica: ¡Sáquenlo a la pizarra!

07 de Junio de 2019
Compartir en redes sociales Compartir en Twitter Compartir en Facebook

¿Por qué como método de “castigo”, se saca a la pizarra a un alumno, si uno de los objetivos de la educación es lograr que los estudiantes desarrollen sus habilidades comunicativas?, se pregunta en esta columna nuestro investigador, Patricio Felmer.

A menudo se lee en la prensa frases como: El ministro fue sacado a la pizarra o Hay que sacar a la pizarra a la alcaldesa. Se trata de una expresión muy típica nuestra y significa poner a prueba a la autoridad en público, que responda ante todos. Estas frases tienen una profunda raigambre en nuestra cultura escolar.

Uno de los objetivos de la educación es activar en todos los estudiantes las habilidades comunicativas en distintas formas y una de estas es la habilidad de pararse frente a un grupo de personas y explicar lo uno siente, lo que uno sabe, expresar opiniones y tratar de persuadir a estas personas. Sin embargo, sabemos que hay muchas personas adultas que no se sienten cómodos hablándole a un grupo de pares, ¿de dónde viene esto? Es posible que en esto de pasar a la pizarra se encierren algunas claves.

Una práctica bastante común en nuestras aulas es sacar a la pizarra a los estudiantes destacados, como mostramos a continuación. Hacia el término de una clase, en la que los estudiantes han estado trabajando en una guía de problemas de matemática, la profesora dice:

- A ver tú, Rahia, que has estado trabajando en la guía, mientras tus compañeros han estado conversando, pasa a explicar cómo se hacen los problemas. 

Es difícil creer que los compañeros de Rahia van a estar interesados en escucharla y que logren comprender cómo se resolvían los problemas. Posiblemente la profesora tampoco tenga mucha fe en ello. Quizás Rahia se sienta bien, porque la profesora una vez más la consideró para pasar a la pizarra, pero a la larga tampoco le gusta, porque sus compañeros no la escuchan.

Otra práctica tiene que ver con pasar a la pizarra como castigo. Mientras el profesor explicaba las funciones de los organelos en las células, Francisco le hablaba a su compañera de banco, una y otra vez, entonces el profesor le dijo:

- A ver tú, Francisco, que estas conversando con tu compañera, pasa a explicar a tus compañeros qué es la mitocondria y para qué sirve.

Naturalmente Francisco pasó a la pizarra y quedó en ridículo, pues no sabía lo que le preguntaba el profesor, mientras sus compañeros se reían.

- Bien Francisco, vaya a su puesto. No quiero verte conversando de nuevo.

Es difícil creer que Francisco dejará de hablar por este castigo, pero es muy probable que pasar a la pizarra no será una actividad que le agrade en el futuro. Quizás muchos de sus compañeros que se rieron, también sientan que pasar a la pizarra es algo desagradable, lo que intentarán evitar cada vez que se cierna la posibilidad de que ello ocurra.

No cabe duda que en todos los cursos hay estudiantes con desplante, que les gusta salir a la pizarra, pero posiblemente muchos no están interesados en ello. Más aún quizás nunca pasen a la pizarra. Las dos prácticas que hemos descrito tienen el defecto de dejar a la mayoría de los estudiantes fuera de esta actividad. Además de mostrar que salir a la pizarra es solo para aventajados o desordenados y que para los demás ojalá no ocurra porque puede ser incómodo.

Si uno de los objetivos de la educación escolar es lograr que todos los estudiantes desarrollen sus habilidades comunicativas, en particular, que puedan comunicar a sus compañeros lo que saben, lo que piensan o lo que sienten, entonces tenemos que buscar estrategias para que los estudiantes quieran pasar a la pizarra y que tengan la seguridad de que al hacerlo no recibirán burlas, sino que se sentirán contentos. Y, que, con el tiempo, pasar a la pizarra sea algo normal que a nadie asuste, que interese y produzca satisfacción y, porque no, sea motivo de orgullo y alegría.

Una estrategia que puede servir para este propósito es el trabajo en grupo, previo a pasar a la pizarra. Se trata de que los estudiantes sean enfrentados a un problema, a un dilema o una pregunta relevante para ellos y que trabajen en grupo colaborativo para responderla. Con un poco de práctica del docente y de los estudiantes, el trabajo en grupo permitirá a estos dar opiniones, dar ideas, ofrecer soluciones y puntos de vista. Si, además, mientras los estudiantes trabajan en grupo, el docente los observa, conversa con ellos, les pregunta, este podrá hacerse una idea de quienes podrían pasar a la pizarra con chance de éxito, de elegir tres o cuatro estudiantes y definir en qué orden pasarán. Estos mostrarán su trabajo a sus compañeros, quienes por haber trabajado también en el problema entenderán lo que los expositores dicen, podrán hacer preguntas y comentarios.

Tenemos que atrevernos a cambiar la cultura de nuestras salas para adaptarnos a los cambios que nuestra sociedad está viviendo. La escuela debe lograr que todos desarrollen las habilidades básicas que tenemos como seres humanos y una de ellas es poder dirigirnos a un grupo de pares y comunicarles lo que creemos, lo que pensamos, lo que sabemos y hemos aprendido y tratar de influir en sus decisiones. Y esto se aprende en la escuela.


Fuente: Por Patricio Felmer, investigador CIAE y CMM y director iniciativa ARPA

Palabras Clave: habilidades comunicación   Patricio Felmer  
CONTACTO COMUNICACIONES | contacto@ciae.uchile.cl
Cerrar
Sitio optimizado para browser Firefox y Chrome