Profesores: desafío de la política educacional

30 de Agosto de 2013
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Columna publicada en Pulso 30 de agosto de 2013

Por Alejandra Mizala. Es básico abordar la formación inicial docente si queremos mejorar la calidad del aprendizaje de nuestros niños y jóvenes.

Los preocupantes resultados de la Prueba Inicia nos recuerdan que en el debate acerca de cómo mejorar la calidad de la educación no puede estar ausente un actor central: los profesores. Por esto mismo, llama la atención que a la fecha las candidaturas presidenciales no hayan hecho propuestas respecto de un tema que probablemente es uno de los desafíos más importantes de la política educacional.

Los estudiantes de pedagogía, en su mayoría, tienen bajo rendimiento académico. Un tercio de ellos no rindió la Prueba de Selección Universitaria (PSU) y los que sí lo hicieron se ubican entre los puntajes más bajos de esta prueba (además, un grupo importante de ellos proviene de familias de menor nivel socioeconómico y capital cultural). Frente a esta realidad, muchas de las facultades de educación no han sido capaces de ofrecer programas de formación que compensen las desventajas de origen de sus estudiantes. De hecho, un número relevante de instituciones formadoras de profesores no ha logrado acreditar sus carreras y existen dudas fundadas respecto de su fortaleza académica.

Nuestro país requiere con urgencia elevar la calidad de la formación inicial docente, fortalecer la formación continua y tener una estructura de remuneraciones y una carrera profesional docente que permitan atraer y retener a los mejores en la docencia. Podemos ejecutar innumerables políticas en el ámbito educativo, pero para avanzar sustantivamente necesitamos profesores bien formados, motivados y adecuadamente remunerados.

Es básico abordar la formación inicial docente si queremos mejorar la calidad del aprendizaje de nuestros niños y jóvenes. La Prueba Inicia mostró que del 14% de los egresados que rindieron la prueba, un 60% no sabe las materias que debe enseñar. Asimismo, una serie de encuestas realizadas a los profesores revelan que éstos no se sienten cómodos con sus conocimientos acerca de las materias que enseñan. Se requiere, por tanto, establecer controles de calidad exigentes a las instituciones formadoras que aseguren su sintonía con las necesidades del oficio docente. Adicionalmente, es fundamental que existan programas de inducción para los nuevos profesores, porque una cosa es lo que se aprende en el aula y otra muy distinta es tener los elementos necesarios para enseñar a un grupo de estudiantes. En países que tienen buenos resultados educativos existen profesores mentores en los colegios, los que acompañan la inserción de los nuevos docentes, los apoyan en la preparación de sus clases y las observan, con el fin de retroalimentarlos y así entregarles elementos que sólo la práctica en el aula puede otorgar.

Sin embargo, no basta con preocuparse de los futuros profesores. Hoy existe un grupo importante de docentes que ya imparten clases y que no han tenido una buena preparación. Para ellos es necesario establecer programas de formación continua que permitan efectivamente superar sus deficiencias, tanto disciplinarias como pedagógicas. Por otra parte, hoy no se estimula a los profesores a realizar un perfeccionamiento pertinente, puesto que basta con que asistan a un curso de capacitación, aunque éste no ofrezca un aporte sustantivo a sus conocimientos y habilidades, para que obtengan puntos y mejoren sus remuneraciones.

Sumado a lo anterior, es importante que la estructura de remuneraciones y la carrera profesional docente generen los alicientes para mejorar su capital humano y su desempeño. En la actualidad, en general, no existe la posibilidad de promover al docente dentro de su mismo cargo, sino que éste debe aspirar a otros puestos que lo alejan del aula, con el objeto de avanzar en su carrera y mejorar su sueldo. De aquí que se requiere una carrera profesional docente que considere distintos niveles de desarrollo profesional, a los cuales los docentes vayan accediendo en base a su desempeño, las responsabilidades asumidas y su experiencia, entre otros elementos.

Así también, la actual estructura salarial tiende a remunerar diferentes esfuerzos y habilidades por igual. No diferencia entre quienes tienen buen o mal desempeño, no retribuye la mayor educación y está desvinculada de las actividades desarrolladas en los establecimientos escolares. Además, no diferencia entre especialidades donde hay escasez de profesores y aquellas donde hay sobreoferta, ni tampoco entre quienes se desempeñan en colegios vulnerables o de nivel socioeconómico medio o alto, asimismo considera la antigüedad como la principal razón de los aumentos salariales. Esto último determina que, finalmente, se recompense más bien la edad que el mérito profesional.

Todo esto desincentiva la entrada de los mejores estudiantes a la carrera de pedagogía, así como la mantención de los buenos profesores en la docencia. Un estudio del Centro de Investigación Avanzada en Educación de la Universidad de Chile evidencia que alrededor de un 40% de los nuevos profesores deja la profesión antes de cumplir cinco años de ejercicio.

La indicación sustitutiva al proyecto de ley que establece el Sistema de Promoción y Desarrollo Profesional Docente del Sector Municipal, recién ingresada al Congreso Nacional, es un avance en el sentido que establece mayores exigencias para estudiar y ejercer la pedagogía, aunque sin duda es perfectible. Sin embargo, no se hace cargo de todos los desafíos antes mencionados. Enfrentar estos desafíos es una tarea ineludible del próximo gobierno.

(*) La autora es investigadora del Centro de Economía Aplicada, Ingeniería Industrial y del Centro de Investigación Avanzada en Educación ambos centros de la Universidad de Chile


Fuente: Pulso www.pulso.cl

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