Reportaje: Los beneficios de trabajar con rúbricas en las aulas escolares

31 de Agosto de 2015
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Son más que una herramienta de evaluación, ya que permiten a los alumnos monitorear su propio aprendizaje y trabajar la escritura como un proceso, dicen las docentes que participaron como coautoras en el libro "Rúbricas y otras herramientas para desarrollar la escritura en el aula", elaborado por el CIAE y Fundación Arauco.

“¿Qué es lo que más les gusta del colegio? ¿Qué es lo que no les gusta?  ¿Cuáles son los problemas que habitualmente se presentan en él?”.

Así parte su clase de Lenguaje y Comunicación,  Liliana Fuentes, profesora del Liceo Experimental Manuel de Salas. El curso, un quinto básico. El objetivo: invitar a los alumnos a escribir una carta de solicitud a la autoridad del colegio, en la que los niños deberán exponer y solicitar la solución de estos problemas.

“A los estudiantes les cuesta escribir con un fin práctico, es decir, imaginarse al receptor en concreto. Esta actividad les plantea una situación cercana a ellos y les propone una situación comunicativa real en la que pueden enmarcar su producción escrita”, dice Liliana Fuentes.

Para la actividad, la docente utilizó y adaptó las rúbricas que un equipo del Centro de Investigación Avanzada en Educación de la U. de Chile (CIAE) y de Fundación Arauco elaboró a partir de un diagnóstico realizado a dos mil textos escritos por niños para la prueba Simce de escritura de 2008.

Para el análisis de los textos, el equipo elaboró rúbricas que permitieran distinguir y describir de forma precisa las fortalezas de los niños en cinco aspectos: adecuación a la situación comunicativa, coherencia, cohesión, estructura y puntuación.

Pero el trabajo no quedaría allí. Era necesario compartir y aprovechar el potencial didáctico de las rúbricas, por lo que se invitó a un grupo de docentes de enseñanza básica a incorporarse al equipo.

Así, un equipo de diez profesionales, compuesto por investigadores de ambas instituciones y por docentes de colegios de Santiago, se dio a la tarea de transformar las rúbricas de la investigación en un material para enseñar y potenciar el aprendizaje de la escritura en las aulas escolares del país. Liliana Fuentes fue una de ellas.

¿El resultado? El libro Rúbricas y otras herramientas para desarrollar la escritura en el aula, editado por Santillana.

Descargue el PDF de la edición (.pdf; 11 MB).

La importancia de las rúbricas

La escritura es una tarea compleja, que requiere de muchas horas de trabajo y muchas veces los docentes se enfrentan a la dificultad de cómo realizar  su enseñanza y su evaluación, la que muchas veces se centra sólo en la ortografía y gramática, lo que termina desincentivando a los niños.  “La escritura es un aspecto muy importante en el desarrollo comunicacional de los estudiantes, pero en su enseñanza en educación básica los profesores solemos centrarnos más en los aspectos formales, como la ortografía y la gramática”, dice María Correa, docente del Liceo Manuel de Salas y quien participó también como coautora del libro.

El trabajo diario del docente se dificulta porque la escritura es una práctica compleja que involucra una gran cantidad de habilidades lingüísticas cognitivas y motoras de los estudiantes. “Es una habilidad que debe trabajarse de manera sistemática desde la educación primaria, que se debe seguir fortaleciendo  durante toda la enseñanza escolar.  Sin embargo, los docentes no siempre disponen de una variedad de estrategias para desarrollarla”, opina Carmen Sotomayor, una de las coordinadoras del libro.

Por eso, las rúbricas ofrecen muchas ventajas a la hora de trabajar los textos en las aulas, opinan las profesoras que las aplicaron.

El quinto básico de Liliana Fuentes no se lanzó de inmediato a la tarea de escribir la carta al director. “Es un trabajo que no puedes ver en una sola unidad. La escritura toma mucho tiempo, que a veces en la escuela no hay. La rúbrica ayuda a orientar esos tiempos, y a monitorear desde el propio alumno, porque si no le tomaría demasiado tiempo hacerlo por sí solo”, dice Liliana.

Su quinto básico trabajó la escritura de la carta en cinco clases: en ellas, se revisaron los conectores, se escribieron diversos borradores y los alumnos revisaron sus textos y los de sus compañeros, mirando las rúbricas.

El énfasis en el monitoreo del  el propio alumno es una de las ventajas que ofrece trabajar con rúbricas, opina la docente: “Las rúbricas son un instrumento de monitoreo del aprendizaje a largo plazo. Por eso, nosotros las presentamos al inicio del proceso de aprendizaje y al final de éste para que los alumnos y nosotros evaluáramos”.

El curso de María Correa, un cuarto básico, transformó un cuento en noticia, con la ayuda de esta herramienta: los niños autoevaluaron sus noticias, adaptada para este caso, y comentaron cómo les fue en los distintos aspectos. Así, los niños pudieron ver la escritura como un proceso. “Las modalidades de evaluación de la escritura más generalizadas no evalúan procesos, sino que el resultado, por lo que la retroalimentación para mejorarla es casi inexistente”, dice la docente.

En resumen, las rúbricas facilitan la evaluación, dicen las docentes. Permiten que el profesor tenga claro desde un principio qué aspectos del texto evaluará: si mirará toda la escritura con una mirada global o analizará cada criterio para trabajarlos por separado hasta tener un producto final. “Eso propicia ir monitoreando la producción de los  textos y, al mismo tiempo, ir involucrando a los estudiantes a través de la autoevaluación y coevaluación, pues las rúbricas admiten ser adaptadas de acuerdo a la tarea de escritura que se esté trabajando”, explica María Correa.

Por eso, pese a que la actividades que implicaron adaptarlas para el libro se realizaron el año pasado, ambas profesoras las siguen utilizando y las han compartido con sus otros colegas. “Me apropié de las rúbricas, las uso siempre y ahora que tengo un tercero básico, mis alumnos saben, por ejemplo, cuál es el propósito comunicativo de un texto. Ya saben qué esperamos de ellos cuando escriben”, dice María Correa.


Fuente: Elizabeth Simonsen - Comunicaciones CIAE

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