Stephan Vincent-Lancrin (OECD): “Lo fundamental es reformar y en eso Chile está cumpliendo”

12 de Enero de 2016
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Stephan Vincent-Lancrin, analista senior en el Centro para la Investigación e Innovación Educacional (CERI, por sus siglas en inglés) de la OCDE, aborda los principales conceptos de qué es innovación en educación.

Stephan Vincent-Lancrin, analista senior en el Centro para la Investigación e Innovación Educacional (CERI, por sus siglas en inglés) de la OCDE, es uno de los investigadores más reputados en innovación. Responsable del proyecto para el futuro de la Educación Superior y co-líder de la estrategia de innovación de la OCDE, visitó el país invitado el CIAE y MMC Consultores, en el marco del proyecto Podemos Innovar.

En esta entrevista, el experto y profesor de la Universidad Paris-Nanterre y London School of Economics, aborda los principales conceptos de qué es innovación en educación.

-¿Qué entiende por innovación en la educación?

- Innovación es el diseño de nuevos productos, procesos, pedagogías, organizaciones y maneras de relacionarse con la sociedad, las autoridades y todos los otros actores que toman parte en educación para obtener un resultado significativamente mejor que el anterior.

-¿Qué lecciones se pueden aprender de otros sectores en cuanto a innovación en educación?

-Por lo general, en educación la innovación es marginal, se le permite a aquellos que les interesa como forma de motivación, pero no existe un pensamiento estructurado o una política de innovación, pero se puede beneficiar de una verdadera estrategia de innovación.

-¿Cuál es el rol que deben tener los Estados y gobiernos en este proceso?

-El principal rol que deben tener los Estados es el de reformar, deben estimular distintos tipos de innovación, sin decirles a las personas qué es lo que tienen que cambiar, sino que empoderando a los actores para que sean ellos quienes creen una nueva cultura de aprendizaje y de mejora continua..

—Dentro de la OCDE hay países con distintos niveles de desarrollo en materias de acceso y calidad a la educación superior. ¿Los países en vías de desarrollo tienen más posibilidades de innovar o necesitan resolver otro tipo de prioridades primero?

—La innovación es una oportunidad para esas naciones. Cuando los procesos no están funcionando tan bien como en otros lugares, es mucho más fácil hacer cambios, porque las expectativas sociales son mucho menores y suele haber menos resistencia que en los países más ricos. Ese es el caso de Indonesia, que tiene el máximo índice de innovación según nuestras investigaciones y cuyo sistema educacional se ha transformado profundamente en la última década. A mayor espacio para hacer cambios, menor es el riesgo de dejar de hacer lo que estabas haciendo que en el caso de que te estuviera yendo bien.

 —Es lo que usted llamaba el freno de los incentivos de la demanda.

—Exactamente. Si los apoderados, los profesores o los estudiantes están felices con la forma en que se está enseñando, entonces no hay incentivos para cambiar las cosas, aún cuando esos cambios podrían ser positivos. La innovación se puede entender de dos maneras: como una necesidad o como un lujo. Imaginemos una compañía que tiene mucha competencia y que se ve obligada a innovar para no caer en banca rota. Pero, en otro caso, puede ser que a esa compañía le está yendo tan bien que se puede dar el lujo de innovar porque tiene recursos y capital, pero sobre todo tiene una cultura de mejora continua. En el caso de la educación sucede lo mismo.

—Chile obtuvo un 2.0 en el índice de innovación en educación de la OCDE. ¿Podrías poner este número en contexto?

—Dos corresponde a un índice de innovación moderado, que, aunque está por debajo del promedio de la OCDE (2.2), la diferencia no es realmente significativa. La verdad es que son muy pocos los países como Dinamarca o Indonesia con un índice de 4.0, que significa muchísima innovación. La mayoría está en un punto intermedio. La mayoría de las personas piensa que no hay innovación en educación, que las cosas se hacen igual desde la época de nuestros abuelos, pero no es verdad. Y no deberíamos ignorar estos cambios, sino que monitorearlos, porque podría ser que justo aquello que estamos cambiando no es lo que nos gustaría.

—En este momento, el acceso a la educación superior como forma de “emparejar la cancha” es una de las principales prioridades tanto para el gobierno como para la ciudadanía. ¿Cuáles son los principales desafíos para un país como el nuestro?

—Lo fundamental es reformar y en eso Chile está cumpliendo. Hay toda una idea de que es necesario cambiar el contrato social por uno muy distinto del que hay actualmente, lo que siempre es positivo. Estar dispuestos a cambiar el modelo es lo que las democracias hacen. Sin embargo, siempre que se intenta hacer una reforma profunda el principal desafío es que todos los elementos estén alineados. Por ejemplo, el tema de los impuestos. Otro desafío para Chile será ver cómo sostener las condiciones de trabajo de los académicos, de tal forma que puedan seguir compitiendo con sus pares internacionales y que el dinero que venga desde el Estado pueda compensar lo que las universidades pierdan. Y si no existen esos recursos, entonces hay que definir cuáles van a ser las fuentes de financiamiento. Es un gran desafío, pero lo importante es mirar el pasado para cambiar las cosas de manera gradual.

- El reporte de los cuatro modelos para la educación superior del futuro que usted dirigió muestra una transición desde un sistema público a uno mixto, donde los actores privados vuelven a tomar protagonismo como forma de diversificar las fuentes de financiamiento. ¿Cómo se insertan los cambios que está adoptando Chile bajo ese enfoque?

- Todos los modelos que presentamos son posibilidades, tienen sus fortalezas y debilidades. Chile ya estaba en el modelo de nueva responsabilidad social, quizás en educación superior en un punto intermedio entre el modelo de nueva responsabilidad social con fuertes componentes de uno de comercio internacional.  La verdadera pregunta es cuál es la importancia de tener influencias privadas en el sector de educación, pero también es importante tener un grado de aislación de ese tipo de influencias, porque a veces responder a la sociedad y mantenerse leal al conocimiento puede ser contradictorio.

-¿Cómo se define a los actores privados y cómo se compatibiliza su existencia con el sector público?

-Si por actores privados nos referimos a universidades privadas, podemos pensar por ejemplo en Europa, donde la tradición de actores privados es muy marginal y el sistema funciona. Pero un actor privado también puede ser aquel que escribe los libros o crea tecnologías para facilitar el trabajo de los profesores. Y tampoco podemos olvidar que un actor público también puede realizar actividades privadas o viceversa. Un sistema sin actores privados es perfectamente posible, pero entonces necesitas tener el dinero. India, por ejemplo, es un país que en principio está por un sistema de educación público, pero en la práctica tienen un gran sector privado porque si no, no podrían manejar de manera eficiente la demanda. Lo importante que recoge el trabajo internacional es que distintos modelos son posibles y no por tener un modelo distinto un país va a colapsar.

—Mencionó que Chile era un líder en instalar mecanismos de mercado en la educación. ¿Qué consecuencias le ha traído?

—Sin duda, Chile es el país de la OCDE con más educación privada y descentralización, el único país que tal vez le podría hacer la competencia es Nueva Zelanda. Sin embargo, si el problema actual son la inequidad, el acceso y la provisión de educación, ellos no estarían un modelo más centralizado. Suecia, por ejemplo, sentía que su modelo se estaba volviendo muy cerrado y quisieron abrirlo, liberalizarlo, tomando un poquito de la receta chilena, pero cayeron sus resultados en la prueba PISA y en el índice de equidad. Pero por otra parte, un modelo centralizado también tiene sus propios problemas: por ejemplo, que todas las decisiones vienen desde arriba y por eso mismo se alejan muchas veces de la realidad de los establecimientos educacionales.


Fuente: Cecilia González

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