Gabriela Gómez Vera
Centro de Investigación Avanzada en Educación (CIAE)
Universidad de Chile
Quienes trabajamos con información estadística, sabemos que más allá de la frialdad de los datos está la interpretación. La manera como se reporta la informaciónes clave. Hoy, a partir de la publicación de un artículo periodístico sobre hábitos lectores en Latinoamérica , me animo a compartir otra lectura de datos. El artículo citado afirma que Chile es el país de la región donde menos se lee voluntariamente. A esta afirmación se llega citando fuentes de dos estudios distintos. Uno que compara las cantidades de libros que se leen en cada país de la región (Unesco) y otro, nacional, que informa hábitos lectores en nuestro país (Centro de Microdatos de la Universidad de Chile). Mi intención no es cuestionar las investigaciones en que se basa el artículo, sino hablar de lo delicado que es saltar a conclusiones apresuradas.
Las conclusiones del primer estudio son positivas; Chile es el segundo país de la región, tras Argentina, en que más cantidad de libros se leen (5,4 libros al año). Sin embargo, el artículo se refiere a datos del segundo estudio para disminuir esta buena noticia. Según La Tercera, la encuesta desarrollada por el Centro de Microdatos indicaría que muy poco de esta lectura sería por gusto y que, la mayor parte del tiempo, los chilenos leeríamos por obligación. He aquí donde la rigurosidad de la información se pierde. Cuestionar el hallazgo de un estudio con información proveniente de otro no es correcto, sobre todo si se trata de trabajos independientes con distinta metodología y distintos objetivos.
Entonces, ¿Hay algún estudio que nos permita hacer estas comparaciones con una mejor base? Sí, éste se llama PISA y es una prueba internacional organizada por la OECD en que han participado varios países de la región. En 2009, esta prueba tuvo como eje la comprensión lectora. En este estudio se miden las habilidades de estudiantes de 15 años no centrándose en el conocimiento escolar, sino en las habilidades necesarias para desenvolverse en la sociedad. Chile, junto a Costa Rica, son los dos mejores países en la región. Mejor aún, Chile logró mejorar más de cuarenta puntos entre 2001 y 2009, lo cual representa un avance muy importante, que ha sido destacado a nivel internacional. Argentina, por su parte, obtuvo 50 puntos menos en esta prueba. Más allá de los puntajes, PISA aporta interesantes datos sobre los hábitos y preferencias de los jóvenes en relación con la lectura.
El estudio del Centro de Microdatos de la Universidad de Chile, citado en el artículo, identificó un 35% de encuestados que leen por trabajo o estudios; en PISA, el porcentaje de jóvenes chilenos que dice leer sólo por obligación es el mismo. En Argentina, al contrario de lo informado en La Tercera, la cifra es muy superior, un 58% de la muestra lee sólo si se le obliga. Ni siquiera en Uruguay que, en general, tiene buenos índices, esta proporción es mejor. Allí es el 50% de los estudiantes quienes leen sólo por obligación . Esto quiere decir que, comparativamente con nuestros vecinos latinoamericanos, los jóvenes chilenos leen menos por obligación y más porque han internalizado el hábito de leer. El mismo estudio de Microdatos muestra que sólo un 11% de los encuestados se declara no lectores. En el restante 89% puede variar la frecuencia, pero no dejan de leer, es decir, el hábito está presente.
Otro tema importante es el placer por la lectura, un indicador de la motivación que es, a su vez, un determinante positivo del rendimiento. En Chile 32% de los estudiantes declara la lectura como uno de sus hobbies favoritos (no el único). Tanto en Argentina como en Uruguay, la proporción es exactamente la misma. ¿En qué se sustenta entonces el supuesto 7% de encuestados que, según el artículo, leen por mero gusto? Se trata de una lectura sesgada de la información entregada por el Centro de Microdatos, puesto que se refiere a una pregunta del cuestionario con múltiples alternativas de respuesta. Al 7% que lee por gusto hay que sumarle otro 7% que declara leer para mejorar su nivel cultural , otro 7% que declara leer para aprender cosas nuevas y un 26% que declara leer para informarse . Sólo entonces podemos aislar lo que se conoce como motivación interna para la lectura (leo por voluntad propia), de la motivación externa (leo porque obtendré una recompensa por ello).
¿Qué conclusión podemos sacar sobre nuestros índices de lectura a partir de los datos que este artículo periodístico presenta? A mi modo de ver, no mucha. Se trata de elementos descriptivos aislados y descontextualizados que deben ser complementados con mucho más trabajo y análisis para permitirnos hacer un retrato fidedigno de la realidad de cada país. Entonces y sólo entonces, afirmaciones como los chilenos no son buenos lectores podrían tener su lugar, siempre y cuando la evidencia lo sustente. Por el contrario, gracias a PISA sabemos que, si bien aún hay un largo camino por recorrer, la lectura en Chile está logrando avances importantes y que, además, el país se ubica como uno de los mejores de la región.