A Carl Pennypacker, astrofísico de la Universidad de California, Berkeley, e investigador principal del proyecto The Hands On Universe, lo une con Chile una larga historia. En 1986, un equipo internacional de astrónomos, que trabajaba en los observatorios de los cerros Calán y Tololo, encontró una supernova moviéndose demasiado rápido para la distancia a la que estaba. Con ello, descubrieron que la observación de las supernovas servía para medir distancias y encontraron que el universo se estaba expandiendo de manera acelerada. En el equipo participaba un numeroso grupo de astrónomos, entre ellos Pennypacker y los chilenos Mario Hamuy y José Maza. Pero por reglas del Premio Nobel, no más de tres personas se pueden hacer merecedores de la distinción máxima del mundo de la ciencia, por lo que tres integrantes del equipo -Saul Perlmutter, Brian Schmidt y Adam Riess-, se lo adjudicaron. “Sólo tres personas. Parece injusto, sobre todo para Chile”, comentó Carl Pennypacker, durante una charla que dio en el Centro de Investigación Avanzada en Educación de la U. de Chile (CIAE).
La historia del descubrimiento de la supernova, en todo caso, no es sólo relevante por su relación con Chile, sino porque en ella se usó el modelamiento. “El modelamiento es una habilidad que permite resolver problemas reales, a través de la construcción de modelos, que pueden ser físicos, computacionales o simbólicos, y que sirven para poner a prueba el objeto real y ver cómo responde frente a diferentes factores o variantes”, explica el investigador del CIAE, Roberto Araya.
“Se construyó un nuevo modelo -los datos indicaban que la supernova y el universo estaban acelerando su expansión”, contó Pennypacker, quien agregó que el modelamiento es una excelente forma de acercar a los estudiantes a la matemática, ya que lo acerca a usarla en situaciones reales. “A la mayoría de los estudiantes que vienen les preguntamos si les gustan las matemáticas y todos la odian, pero con el modelamiento usan matemáticas sin saber y la mayoría mejoran bastante en esa área”, cuenta.
Pero el modelamiento no sólo permite acercar a los estudiantes a las matemáticas, sino que a Ciencia, Tecnología, Ingeniería y Matemática, una disciplina conjunta que hoy se conoce como STEM (Science, Technology, Engineeering and Mathematics por sus siglas en inglés). “Con esto, los estudiantes hacen sus propios modelos de los fenómenos y los discuten con los pares, trabajan en grupo y aprenden más”, dice el experto norteamericano. Así ha quedado demostrado, por ejemplo, en ASAMI -Afterschool Science And Math Integration-, un programa extracurricular dirigido por Pennypacker, que integra todas estas disciplinas y que está destinado a escolares de Estados Unidos, de 10 a 14 años, principalmente inmigrantes. Tras participar del programa, los estudiantes aprendían hasta 70% más que con una clase tradicional. “Los estudiantes hacen modelo de fenómenos en el pizarrón y luego, trabajando en grupo, los modifican. En la clase, el profesor no da respuestas ni señala errores, sino que facilita que los estudiantes saquen sus propias respuestas”, explicó el astrofísico.
¿Por qué STEM? Para Pennypacker, “es una forma de preparar a los estudiantes para la educación superior y los trabajos del futuro, que en su mayoría integrarán STEM”.
En Estados Unidos, unos 4 mil profesores de física, casi todos los del país, están usando modelamiento a nivel escolar, pero aún falta mucho camino para que el STEM se masifique: al llegar a la educación superior, sólo 167 mil estudiantes –el 4,1% del total- obtienen un grado universitario en STEM. “Si podemos incorporar activamente el STEM a la educación, estaremos moviendo la aguja en la dirección correcta”, dice.
Por eso, el astrofísico invitó a los docentes a unirse a Planet-Stem, una plataforma conjunta de Berkeley y el CIAE, que ofrece a los docentes acceso a cursos y materiales para introducir STEM en sus clases y potenciar el modelamiento matemático entre sus alumnos.