“En una reciente conversación con una profesora joven me confesó que en su escuela la habían contratado porque ella propuso un taller de yoga para los estudiantes, pero luego cambió la jefa de UTP y le indicó que lo reemplazara por un taller de preparación Simce, porque era más consistente con los objetivos de la SEP”. Así ejemplifica el investigador del CIAE del Instituto de Estudios Avanzados en Educación de la U. de Chile, Cristian Bellei, el estrechamiento curricular que se ha producido en la educación chilena como consecuencia, entre otros, del Simce. Y agrega: “Tenemos que construir un sistema educacional en que esto sea inverosímil, pero me temo que experiencias similares han invadido nuestras aulas”.
En un ensayo disponible en Research Gate y publicado como capítulo del libro: Horizontes y propuestas para transformar el sistema educativo chileno, el académico argumenta que el Simce es uno de los grandes obstáculos para introducir las llamadas habilidades del siglo XXI en Chile y subraya la necesidad de que el país cambie radicalmente de paradigma de políticas educacionales, abandonando la fe en el mercado como rector del sistema educacional y la esperanza en los tests estandarizados de logro académico como modelador de las prácticas de enseñanza. El texto señala que esto es una condición indispensable para -entre otros beneficios- aumentar las probabilidades de una incorporación sustantiva de lo que se ha denominado "enseñanza para el siglo XXI", no solo en el currículum, sino en la experiencia formativa de todos los estudiantes.
El artículo menciona evidencia en cuanto a que las reformas curriculares desde mediados de los noventa en Chile crecientemente han buscado introducir énfasis y las habilidades del siglo XXI en la educación, pero con un claro sesgo: las habilidades cognitivas, ampliamente y en varias materias y grados; las habilidades intrapersonales, de manera desigual, sobre todo como objetivos transversales, aunque algunas ausentes; y las habilidades interpersonales o sociales se han introducido escasamente en la educación chilena (Bellei y Morawietz, 2016). Y señala que eso es consecuencia, entre otros, de las políticas de mercado y de rendición de cuentas, basadas en test estandarizados.
El artículo postula que desde inicios de los 2000 y con más fuerza en la última década, esta lógica de políticas de mercado ha ido adquiriendo cada vez más preminencia en Chile, hasta ser la dominante y que esta rendición de cuentas basada en test de logro académico se ha incrustado en el mercado que gobierna el sistema escolar en Chile. El investigador agrega que recién en 2014, por primera vez se introducen reformas orientadas a aminorar las dinámicas de mercado, reponer un rol principal para la educación pública y hacer que la educación privada se oriente por propósitos públicos, pero manteniendo la noción de que el Estado evaluador debe controlar y guiar al mercado. Sin embargo, aclara, pese a lo importante de dicha reforma, no acaba con el diseño institucional de mercado imperante en la educación chilena.
Efecto homogeneizador
El ensayo de Bellei argumenta que el mercado y la política de rendición de cuentas, basada en test, en lugar de mayor heterogeneidad como anticipaba la ideología neoliberal, conformaron un sistema socialmente segregado y unidimensionalmente rankeado y homogeneizador en cuanto a aprendizajes. Agrega que el mercado tampoco ha producido mayor diversidad pedagógico-curricular ni innovación en las propuestas educacionales de las escuelas.
Así, la presión por los tests exacerbó ciertas prácticas en las escuelas, como el estrechamiento curricular, la competencia y un modelo pedagógico vertical, que coloca el foco en la necesidad de control disciplinario.
“Dado que no todo el currículum es susceptible de evaluarse por el Simce, la enseñanza enfatiza los contenidos que más probablemente aparezcan en la prueba”, dice Bellei. El investigador del CIAE agrega que, en las escuelas, las metas Simce se han vuelto omnipresentes en sus planes, proyectos y convenios de desempeño y que toda la gestión de recursos humanos se orienta por el Simce: “los propietarios de las escuelas las incorporan en sus relaciones laborales con los docentes, y muchos distribuyen incentivos monetarios adicionales según el rendimiento en el Simce”, señala. Por ejemplo, señala que algunos docentes son reconocidos por su gran capacidad para hacer rendir a los alumnos en estas pruebas, al punto que se especializan en los cursos evaluados (en algunos casos, un mismo profesor ha enseñado al "curso Simce\'\' por décadas).
Explica que el Simce “es una carrera permanente contra otras generaciones y otros establecimientos, y las escuelas se encargan de motivar a cada cohorte a ganarla, y -después de todo- competir es entretenido y ganar es satisfactorio. Pero competir también es estresante y muchos estudiantes han reportado altos niveles de cansancio y saturación”.
Por todo ello, el académico proponecambiar radicalmente de paradigmas de política educacional, porque, como señala, “las habilidades intelectuales de orden superior, los aprendizajes prácticos, las competencias sociales, y el desarrollo personal son dimensiones ineludibles para la educación”. Ese cambio, argumenta, debe colocar en el foco a los docentes. “Es en ellos que debemos volver a confiar: sin una profesión docente verdaderamente respetada y fortalecida esta visión no será realidad. Si no estamos dispuestos a formar y equipar a los profesores con todos los medios sería mejor que propusiésemos otra forma de educación masiva, no la escuela. El saber profesional docente debe enriquecerse con las mil experiencias innovadoras que hemos mencionado existen, pero debemos sacarlas de los márgenes y ponerlas al centro”, concluye.