Cuando llegó al Ministerio de Educación, a mediados de los 90, se encontró con una discusión en torno a los liceos de excelencia. Cristián Bellei lo recuerda claramente. Recién egresado de la Universidad de Chile, el sociólogo asistió a esas conversaciones. La disyuntiva era crear una red de liceos innovadores o una red de instituciones académicamente selectivas. Su postura entonces no admitía dudas:
-Yo venía de un liceo público de San Antonio y siempre dije que prefiero una red de liceos selectivos, porque hay que romper el círculo de la élite. No puede ser que la élite sea toda de Vitacura, Las Condes, Lo Barnechea. Y eso se logra dándoles oportunidades a los jóvenes de cualquier lugar. Finalmente, se decidió lo contrario y se crearon los liceos Montegrande.
Doctor en Educación de Harvard, hoy piensa que los liceos Montegrande fueron una buena idea. Aún cree que el sistema público debe darles oportunidades altamente competitivas a los talentos, pero no solo a los académicos. También a los artísticos y deportivos. Y cree algo más:
-El mejor sistema no es el que segrega a los talentos, sino el que les da oportunidades y al mismo tiempo logra que se desarrollen en sus comunidades, porque la segregación perjudica al resto del sistema y se termina creando otra élite de talentos.
Fundador del CIAE de la Universidad de Chile -que este año cumple 15 años- y académico de la Casa de Bello, Bellei fue consultor de Unicef y formó parte del Consejo de Evaluación del Sistema de Educación Pública durante el gobierno del expresidente Sebastián Piñera. Además, fue el coordinador de Educación del programa de Gabriel Boric.
Para Bellei, la crisis que se observa en educación responde a varios factores.
-Chile tiene un sistema escolar de bajos resultados, mediocre en términos internacionales y estancado hace muchos años. En el caso específico de la educación pública se agrega la crisis gigantesca, y a mi juicio terminal, de la administración municipal.
¿Cómo ha influido el proceso de desmunicipalización en esta crisis?
La decadencia del sistema de gestión municipal se exacerbó una vez que los municipios ya sabían que les iban a quitar la administración de las escuelas. Hay mucha evidencia de que hubo abandono, en el peor de los casos, pero también malas prácticas. O sea, municipios que tomaron deudas y trataron de reventar el sistema. Uno esperaba un comportamiento más responsable de autoridades públicas, pero la verdad es que han exacerbado la crisis.
Pero la instalación de los Servicios Locales de Educación (SLEP) también ha sido problemática...
Para crear los SLEP, el país necesita competencias profesionales e institucionales que son difíciles de lograr. Ahí opera mucho la desigualdad territorial. Hay sectores donde cuesta reclutar profesionales de altas competencias. La creación de estas instituciones requiere una inversión en capital humano e institucional que desafortunadamente no ha estado a la altura de esta reforma.
¿Eso es lo que ocurrió en Atacama?
Es el ejemplo perfecto. La falta de mantención de escuelas y liceos, que se arrastraba desde hacía años, no se resolvió porque es una mochila muy grande. Los informes de auditoría muestran que hay problemas de competencias profesionales en las direcciones del servicio local. Este es un servicio que se conformó durante el gobierno del Presidente Piñera. Se nombraron las autoridades y estas no dieron el ancho. Se les reemplazó y nuevamente fueron sumariadas y reemplazadas. Atacama es un ejemplo de otra cosa: hubo un exceso de énfasis en la descentralización del sistema. No puede ser que el Ministerio de Educación hoy diga no puedo intervenir porque los SLEP son descentralizados. Se necesita un Ministerio de Educación y una Dirección Nacional de Educación Pública que durante el período de instalación y los primeros años den garantías a la población de que, independiente de las capacidades locales, van a estar las inversiones en infraestructura y en profesionales.
¿El proyecto de reforma de los SLEP que presentó el gobierno solucionará el problema?
Creo que es una muy buena iniciativa, bien enfocada y que, de aprobarse, puede contribuir significativamente a la mejor implementación de esta importante, pero muy compleja reforma.
Bellei destaca tres aspectos del proyecto: “Lo primero es que mejora el control del comportamiento de los municipios en este período y hace mucho más imperativa su colaboración, mediante un plan obligatorio y sanciones claras, para que los alcaldes administren responsablemente hasta el último día y cooperen con el nacimiento del nuevo sistema”.
En segundo lugar, “introduce varios cambios para hacer más eficiente y rápida la gestión local de la educación pública, especialmente en temas de infraestructura, expansión y mantención de establecimientos, así como de personal y compras”.
Por último, “la reforma no puede ser responsabilidad exclusiva del Ministerio de Educación, es un desafío de todo el Gobierno y más, del Estado”. Y respondiendo a eso, buscará “involucrar a todo el aparato público en la creación de la nueva Educación Pública”.
El gobierno reaccionó cuando la crisis estalló en Atacama. ¿Qué le parece que un gobierno que tuvo la educación como bandera de lucha no le haya dado prioridad?
En todos los gobiernos, los problemas de educación tienden a ser postergados en función de asuntos de más corto plazo, como el tema de la inseguridad, o antes la pandemia, la crisis económica, o los temas migratorios. El gobierno en su programa comprometió cambios institucionales importantes. Y, claro, se demoraron. Varios de los cambios propuestos estaban en el programa de gobierno y esperemos ahora que se puedan implementar.
¿Qué espera del gobierno ahora?
Dadas las condiciones, implementar bien la reforma de los SLEP le va a dar una oportunidad al sistema público, que es el sector que va a tirar el carro. Yo enfatizaría eso y continuar con el plan de recuperación de la pandemia, que está dando buenos resultados. Y les pediría al resto de los actores políticos no distraer el debate sembrando ilusiones nostálgicas que son infundadas. Como que la educación tiene futuro en el pasado, en la municipalización. O decir necesitamos lucro para que los privados pongan escuelas. Eso ya lo tuvimos 40 años y fue un desastre.
La inclusión
En este escenario, Bellei valora los resultados del Simce, que mostraron una recuperación de los aprendizajes prepandemia. A diferencia de investigadores como Sebastián Izquierdo, del CEP, quien llamó a moderar el optimismo.
-A mí me llama la atención que haya comentaristas que cuando el Simce baja un punto hacen un escándalo. Y cuando ha subido más que en los últimos 10 años no digan nada positivo. Pensamos que iba a haber un desastre después de la pandemia, y no lo hubo. Eso no nos volvió Finlandia, no nos volvió Singapur. Pero el sistema mostró resiliencia. Creo que esos comentarios son muy injustos.
Mas allá de ello, hay una gran insatisfacción ciudadana con la calidad de la educación.
No es solo una sensación ciudadana. La evidencia científica señala que Chile tiene un sistema de desempeños que no está a la altura de las demandas del siglo XXI y que no ha mejorado durante una década o más. A eso se agrega el hecho de que es un sistema ineficiente. Chile gasta más plata y obtiene los mismos resultados. Por supuesto que la ciudadanía tiene razón: el sistema no está a la altura de lo que necesitamos.
Con la Ley de Inclusión se creó el nuevo Sistema de Admisión Escolar, que ha sido motivo de fuertes críticas. ¿Cuál es su evaluación?
El elemento más notorio de la Ley de Inclusión apunta a eliminar las discriminaciones en los procesos de admisión que existían en Chile. La Ley de Inclusión, al centralizar los procesos de admisión, lo que hace es impedir o disminuir radicalmente la discriminación. O sea, se garantiza un derecho igualitario de los niños, las niñas y sus familias en los procesos. Además, tiene otra ventaja: como el sistema era muy descentralizado, era muy ineficiente en la asignación de cupos. O sea, las familias tenían que ir a siete u ocho escuelas a rendir pruebas y presentar papeles. Todo eso se acabó, porque el sistema organiza los cupos, se basa en las preferencias de las familias y resuelve la inmensa mayoría de los casos. Más del 70% o casi el 80% de las familias queda en alguna de sus preferencias y más del 90% es asignado a alguno de los cupos. Y después hay un ajuste.
En marzo había casi tres mil niños sin matrícula...
En el sistema anterior había decenas de miles de niños en la misma situación, pero no teníamos la información centralizada; eran mamás que golpeaban y golpeaban puertas. El ministerio va a intentar resolver eso, pero estamos hablando del 0,2 % del sistema. La inmensa mayoría de los estudiantes son asignados por el SAE en una operación logística que trata de respetar la elección de las familias. Pero si las familias perciben que hay solo una escuela en la que quieren estar, el sistema colapsa por la hiperconcentración. Y eso le pasa un poco al SAE. En un sistema de millones de estudiantes, y que asigna más de 500.000 preferencias de las familias, que a marzo tengamos 3.000 que ubicar es un ajuste fino.
¿No le parece grave?
Para los niños y sus familias es grave, pero desde el punto de vista del sistema, el problema más importante es cómo tener mecanismos de planificación de la oferta educativa que sigan anticipadamente, con más inteligencia, los cambios poblacionales y que no esperen, en cambio, que el lucro privado es el que va a resolver eso. En ninguna parte del mundo es así. Holanda no es así, Finlandia no es así, Singapur no es así.
Desde un punto vista de planificación, el sistema falló.
Esto ocurre solo en algunos lugares. En el sistema antiguo había una oferta desregulada, con sobreoferta en algunos lugares y déficit en otros. En Alto Hospicio, Maipú, hay zonas donde no hay escuelas y nadie las quiere crear. Entonces era un sistema muy irracional e ineficiente. Poner planificación que permita crear o expandir escuelas, o aumentar cupos localizadamente, supone una inteligencia, estudios, datos, y los SLEP han demostrado ser muy lentos para eso. Este es un problema que requiere institucionalidad ministerial, pública, eficiente, que involucre a los gobiernos regionales y que no dependa de un municipio.
Los liceos emblemáticos desaparecieron de los mejores puntajes en la PAES. ¿Es efecto del fin de la selección?
Yo me preguntaría si los estudiantes de más bajo nivel socioeconómico, o sea, no privilegiados, están teniendo más oportunidades de estudio post secundario o no. Y la evidencia muestra que sí. Hay una fracción de estudiantes de bajos recursos o de sectores medios que obtienen la posibilidad de continuar estudiando, ya sea a través de la PAES o a través de otros mecanismos. De manera que la evidencia muestra que hay un crecimiento en mayores oportunidades y también un poquito menos segregación. Si algunos de estos liceos emblemáticos han decaído institucionalmente, hay otros que, en cambio, han mejorado. Hay una proporción de liceos, como el Liceo San Nicolás, en San Nicolás, que con Ley de Inclusión, con expansión, con aumento de la diversidad y con todos los desafíos sigue creciendo en términos de matrícula y mejorando sus resultados de aprendizaje.
La alcaldesa Karina Delfino sugirió que fue un error terminar con la selección en los liceos emblemáticos.
El punto de fondo no es que tenemos que reponerlos tal y como eran al año 2000. La pregunta es para el siglo XXI. ¿Chile quiere tener una red de establecimientos públicos selectivos, orientados a los talentos académicos y que se concentren allí? ¿Es una buena idea esa? Es una política pública posible. Pero, ¿qué vamos a decir cuando lo creemos en Chillán? ¿Qué les vamos a decir a los estudiantes de San Carlos que tienen que ir a Chillán? Si lo creamos en Talca, ¿qué les vamos a decir a los chicos de Curicó? ¿Y a los de Linares? En realidad, la mejor política es aquella que les da oportunidades a todos los jóvenes en sus liceos y no sueña con esta idea de que tenemos que crear la Selección Nacional solo en un par de barrios de Santiago.
El problema de fondo es cómo les enseñamos mejor a todos los niños y a todas las niñas y no cómo tratamos de reagruparlos. Buena educación para todos.
Para Bellei estas discusiones distraen del reto principal.
-Tenemos un desafío gigantesco al que todavía ni siquiera empezamos a rasguñar. Tener un sistema inclusivo no quiere decir que los niños van a aprender. Quiere decir que prácticas aberrantes que humillaban a las familias o que herían a los niños y las niñas no las vamos a tener. Ese es un derecho humano esencial. De ahí a que aprendan toda la matemática, toda la ciencia, todo el arte que necesitamos. El problema de fondo es cómo les enseñamos mejor a todos los niños y a todas las niñas y no cómo tratamos de reagruparlos. En eso tenemos que estar trabajando.
¿Por qué no se partió por ahí, por mejorar la calidad de la educación antes de emprender los cambios estructurales?
La mayor parte del tiempo, en sistemas educacionales bien establecidos, consolidados, la política educacional tiende a omitir o evitar las reformas institucionales y en cambio concentrarse en los procesos educativos. En sistemas de bajo desempeño crónico o poco consolidados, donde existen debilidades institucionales importantes, las reformas tienden a poner estos temas de organización general del sistema como un punto prioritario y muchas veces inicial en la agenda, porque se entiende que son una traba para el mejoramiento sustancial y sostenido de la educación. Esto no implica abandonar los asuntos pedagógicos, obviamente, pero al menos no omitir los temas estructurales. Varios de los sistemas “modelo” de países que se desarrollaron en las últimas décadas y lograron constituir sistemas educacionales de alta calidad, muestran este patrón: Finlandia y Singapur, por ejemplo. Precisamente eso, solo cambio educativo, no cambio institucional, se intentó en Chile durante los 90 y primera mitad de los 2000; tuvieron efecto, pero limitado y no sostenido. Por eso se impuso la agenda de cambios institucionales.
¿El gobierno está trabajando en mejorar la calidad?
El gobierno organizó un debate nacional sobre enseñanza y aprendizaje. Están ahora procesándolo, con la idea de que dejemos de lado estas discusiones más estructurales y conversemos sobre aprendizaje y enseñanza. Mientras sigamos discutiendo sobre municipalización, lucro, selección, el sistema no va a abordar los desafíos pedagógicos y curriculares del siglo XXI. Y sin eso, no vamos a dar el salto, vamos a seguir siendo un sistema de desempeños mediocres.