El número de mujeres en la educación superior ha aumentado exponencialmente durante las últimas décadas a nivel mundial y nacional. Sin embargo, ellas siguen sub-representadas en los cargos de mayor jerarquía dentro de las universidades. Por ejemplo, en 2017, las universidades de Chile contaban con una planta de 7.985 académicos jornadas completas con grado de doctor. De ellas, sólo 2.493 eran mujeres. Asimismo, un estudio de Aequalis encontró que en el 25% de vicerrectorías y el 23% de decanaturas estaban ocupadas por mujeres.
Esta sub-representación no sólo se limita Chile. En España, en la Universidad de Salamanca, en el periodo 2016-2017 sólo el 22,4% de los cargos de catedrático eran ocupados por mujeres y la cifra llegaba a 26,9% en el caso de directores de centros.
Estas fueron algunas de las cifras que se expusieron en el seminario organizado por el CIAE de la Universidad de Chile, en el que la profesora de la Universidad de Salamanca, Estrella Montes López, presentó un estudio sobre el desigual acceso del profesorado académico femenino a las posiciones superiores en esa universidad, estudio que fue comentado por la académica de la U. Católica de Chile y especialista en temas de género, Ana Luisa Muñoz.
El estudio de Montes buscaba “conocer en profundidad las explicaciones que el profesorado universitario aporta en relación a la desigual posición de la mujer en la universidad” y “descubrir si existen diferencias en los discursos de las personas entrevistadas en función de determinadas características estudiadas”. Para ello, la profesora realizó entrevistas en profundidad a académicos y académicas sobre temas la elección de la carrera académica, motivaciones y barreras de la elección de la carrera y su relación con la vida personal, centrándose en el análisis del discurso y sin mencionar explícitamente el tema de género.
De su análisis, concluyó que existen tres niveles de explicación para la desigual carrera académica: a nivel individual, operan explicaciones relativas a las propias mujeres, como las decisiones centradas en la familia versus trabajo y la maternidad, las características de lo que, se asume, serían rasgos sicológicamente femeninos (falta de confianza, de reivindicación de derechos, etc.).
En la esfera organizacional, el análisis del discurso permitió hallar factores asociados a la misma carrera académica (y su visión como una maratón o “carrera de fondo”), la disponibilidad de tiempo para compatibilizar docencia, investigación y gestión en un contexto donde dicho tiempo no está igualmente distribuido, así como procedimientos de reclutamiento y selección (por ejemplo, comisiones evaluadoras eminentemente masculinas) y estructuras informales de redes sociales, donde muchas veces se toman decisiones y a las que las mujeres no acceden por, precisamente, dedicarse a la familia en esas horas libres.
En tanto, en la esfera cultural la investigación detectó factores como diferencia en el tiempo total de trabajo por sexo o la visión de la maternidad como un problema, esto es, cuando el rol de padre y madre tienen diferentes repercusiones para la carrera profesional.
“Existe una acumulación continua de desventajas que sitúan a las mujeres en una situación de desigualdad de oportunidades con respecto a los hombres”, resumió Estrella Montes, añadiendo que dicha desigualdad opera desde ámbitos muy diferentes, generando una realidad compleja que limita la trayectoria laboral de las mujeres en la academia. “No todas las barreras son invisibles y no todas actúan al final de la carrera, sino que muchas están presentes desde el inicio al final”, sentenció.
Por su parte, la Dra. Ana Luisa Muñoz, profesora asistente de la Pontificia Universidad Católica, dijo que “la presencia y participación de las mujeres en las universidades es importante ya que valida su contribución en los procesos de producción de conocimiento a través de su participación en la dinámica de investigación, formación a través de la docencia, y vinculación con la sociedad”.
En ese sentido, dijo que la investigación invita a pensar los aspectos institucionales y culturales que reproducen estructuras de opresión en los espacios académicos, así como a re-imaginar condiciones de posibilidad para modificar las condiciones actuales. Por ejemplo, se refirió a que no basta con el acceso, sino que es necesario analizar las jerarquías que se producen en los procesos de carrera académica. Añadió también que “es importante ampliar la discusión sobre políticas de carrera académica más allá de la maternidad”.
“Cuando el conocimiento desarrollado en las universidades es considerado un recurso clave para el crecimiento económico de un país, una pregunta frecuente es cómo se construye ese conocimiento, quién construye ese conocimiento y bajo qué condiciones”, aseguró.