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Expertos coincidieron en la importancia de la articulación con los docentes y de todo el sistema educativo para aplicar un currículo para el siglo XXI

lunes, 3 de abril de 2017
El diputado Giorgio Jackson; la jefa de la Unidad de Currículo del Mineduc, Alejandra Arratia; y los académicos del CIAE, Cristián Bellei y Liliana Morawietz, debatieron sobre las habilidades del siglo XXI en el currículo chileno.
Expertos coincidieron en la importancia de la articulación con los docentes y de todo el sistema educativo para aplicar un currículo para el siglo XXI

Qué se entiende por currículo, cómo el currículo responde a los nuevos desafíos de la sociedad del siglo XXI y cómo los docentes y el Estado lo articulan. Esos fueron algunos de los temas tratados en el conversatorio “¿Estamos educando para los desafíos del siglo XXI?”, organizado por el CIAE de la U. de Chile y el Fondo de Cultura Económica, realizado en la Casa Central de la Universidad de Chile.

En el conversatorio se presentó el capítulo chileno del libro Enseñanza y aprendizaje en el siglo XXI. Metas, políticas educativas y currículo en seis países, editado por la U. de Harvard, cuya parte chilena fue preparado por los académicos del CIAE, Cristián Bellei y Liliana Morawietz. En la ocasión, además, la jefa de la Unidad de Currículo del Ministerio de Educación, Alejandra Arratia; y el diputado y miembro de la comisión de Educación, Giorgio Jackson, analizaron las principales conclusiones del texto y sus implicancias para la sociedad. El gerente general del FCE, Julio Sau, actuó como moderador.

En el libro, se analiza la implementación de las llamadas competencias para el siglo XXI,  aquellas necesarias para la vida, el trabajo y la participación ciudadana en el mundo contemporáneo en seis países: Chile, China, India, México, Singapur y los Estados Unidos.

“Después de varias reformas sobre la estructura de la educación, hoy las reformas curriculares vienen de vuelta y la pregunta sobre el propósito de la educación está al centro del debate”, dijo Cristián Bellei, al presentar los resultados chilenos del estudio, que indican que pese a que el currículo chileno incorpora las llamadas habilidades del siglo XXI, con predominio de las cognitivas, su adopción en las escuelas ha sido inconsistente.

El estudio clasificó estas habilidades en tres tipos: cognitivas (como el pensamiento crítico y de orden superior), interpersonales (como el trabajo en equipo y la comunicación asertiva) e intrapersonales (como la curiosidad y la apreciación por la diversidad).

Bellei explicó que los países analizados pueden dividirse en dos categorías, de acuerdo a la implementación de dichas habilidades: aquellos que tienen sistemas educacionales más afiatados, con colaboración y más centralizados, tuvieron más capacidad de llevar adelante estas habilidades y que las escuelas las incorporaran. Todos ellos, como Singapur y China, ponen más énfasis en la generación de capacidades en los docentes y en los equipos directivos, recalcó Bellei.

En el otro lado, agregó, están los países que tienen menos centralización y organización y que colocaron la confianza no en las personas, sino en instrumentos de evaluación externa e incentivos para hacer responsables a los maestros y administradores del rendimiento de los estudiantes. “Chile es un caso extremo en esto, donde la atomización del sistema escolar se evidencia por la falta de vínculos del ministerio de Educación con las escuelas”, dijo Bellei.

Este último fue uno de los puntos que abordó en su exposición la jefa de la Unidad de Currículo, Alejandra Arratia. Para ella, la noción de currículo que el país debe tener implica moverse desde el concepto de implementación hacia uno de trabajo articulado y de desarrollo curricular a distintos niveles, que incorpore a los docentes como eje central. “Los profesores toman decisiones curriculares día a día”, explicó.

Para ella, el currículo es “la meta que como país nos ponemos, no solo respecto al sistema educativo, sino a lo que queremos ser, qué desarrollo queremos, qué tanta transformación o conversación queremos, es nuestra noción de sociedad”. Por eso, agregó que en el currículo se juega la equidad: “Es un bien de equidad. El currículo garantiza un piso de aprendizajes que no depende del nivel socioeconómico de los niños, ni de la educación de los padres”, dijo.

Añadió entonces que si la formación docente no está articulada y que, incluso, si la estructura de las escuelas no está articulada, se dificulta promover esos aprendizajes. “Tenemos contenidos fuertes, pero herramientas débiles. Hay que hacer hincapié en que la conversación sea sistémica”, dijo.

Sobre el tema, la investigadora del CIAE Liliana Morawietz explicó que el próximo libro que están preparando con la Iniciativa de Innovación en Educación Global, que coordina la Universidad de Harvard, es cómo formar a los docentes para acompañar a los alumnos en el desarrollo de estas habilidades. “Una de las conclusiones del trabajo es la centralidad de los docentes y la necesidad de articular las distintas piezas del sistema educativo”, explicó. 

El diputado Giorgio Jackson, por su parte, abordó la problemática desde un punto de vista normativo. Junto con advertir que el mundo enfrenta una curva exponencial de aceleración tecnológica que nos impide ver qué pasará en 50 años, se preguntó cómo están incorporadas la noción de bienestar, la dicotomía entre éxito y educación, entre planificación versus libertad y entre educación y pertinencia en el concepto de educación y en el currículo.

“El mercado valora el éxito en función de la producción, la libertad de elegir es muy atractiva, pero esconde el hecho de que si fracasas, te quedas solo. Pero la libertad versus la posibilidad de que lo queremos como país es una discusión que permea el debate político en nuestro país y que no está resuelta”, dijo Jackson. Añadió que con ello, los conceptos de educación y pertinencia se van reduciendo, puesto que se contraponen con el concepto de libertad. “Y nos vamos olvidando de los conceptos de largo plazo”, precisó.

Agregó que hay que preguntarse qué significa educación de calidad y cómo el pensar en competencias o habilidades para el siglo XXI afecta el desarrollo de las comunidades educativas y a la sociedad del siglo XXI y cómo la misma definición de dichas competencias puede cruzarse con intereses creados u obedecer a las estructuras e intereses de poder.

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Comunicaciones CIAE

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