“Manuel compró 250 flores para vender. Al final del día, le quedaron 125. ¿Qué operación matemática nos permitiría saber cuánto le quedó?”
Esta es una de las dos preguntas que el profesor hace a sus alumnos de la clase de matemáticas. No es una clase normal. Los escolares, de cuarto básico de una escuela municipal de la comuna de Maipú, responden la pregunta desde su computador. Los que acertaron se ganan cuatro banderas. A quienes hicieron, por ejemplo, la resta en vez de responder la pregunta, se les devuelve el ejercicio para que la corrijan.
“A los niños les cuesta comprender lo que se les pide en los problemas”, dice Claudia, docente del cuarto año básico.
De las seis horas a la semana de clases de matemáticas, su curso pasa cuatro en el laboratorio de computación. Allí trabajan con el software Conecta Ideas aquellas áreas más deficitarias del currículo de matemáticas.
La Escuela Tomás Vargas y Arcaya es una de las 24 seleccionadas por un proyecto conjunto del CIAE de la U. de Chile, del Banco Interamericano de Desarrollo y de la agencia canadiense International Development Research Centre, que busca identificar buenas prácticas de TIC y aprendizaje en América Latina.
“El objetivo del proyecto es producir evidencia para informar políticas sobre el uso de las TIC’s para mejorar la calidad de la educación, en particular las asignaturas relacionadas con las Matemáticas y Ciencia, Tecnología, Ingeniería y Matemáticas (STEM) en las escuelas”, dice Roberto Araya, investigador del CIAE y director del proyecto.
El proyecto nació de una línea de investigación del BID que busca determinar la efectividad de diversos programas educacionales, y en particular de Computer Aided Instruction (CAI) en matemáticas y ciencias para estudiantes de educación básica en escuelas vulnerables.
Fruto de más de dos años de trabajo, en colaboración con el CIAE, se revisó casi un centenar de programas enfocados en matemática y se analizaron los cinco de mayor impacto, identificándose al software Conecta Ideas como el más prometedor. Por ello, ahora se realizará una investigación en profundidad acerca de su impacto.
“El gran desafío actual es cómo mejorar los aprendizajes. Un rol crucial del BID es identificar las buenas prácticas en la región, de manera de que se apliquen en otros países”, dice Julián Crista, director de Proyectos del BID.
En ese sentido, agrega que “éste es el primer estudio que evalúa un programa altamente prometedor, con una metodología rigurosa y con colaboración entre actores centrales”.
En cada una de las escuelas seleccionadas, participarán dos cursos: uno será el grupo de control y otro el de tratamiento. Al inicio y al final de cada año, ambos grupos serán evaluados, con test tomados por centros independientes, con el objetivo de medir el avance en matemáticas y lenguaje.
Además, se realizarán estudios cualitativos con focus groups, se medirá el avance en el SIMCE, y una unidad del BID evaluará el impacto, calculará el tamaño del efecto, los costos y los indicadores de costo-efectividad.
Interactividad y monitores
“Cuánto es 2 x 3”.
“Conecta el número 887 con sus respectivas palabras (ochocientos ochenta y siete)”.
Esos son algunos de los ejercicios que los niños deben resolver en el computador. Si un niño responde bien, el software lo premia con aplausos y banderas.
La interactividad y la colaboración son parte crucial del proyecto. Los alumnos que “llevan más banderas” pueden ser monitores para guiar y apoyar a sus compañeros. Matías es uno de los alumnos que más banderas lleva: más de 200 esta jornada. “Aprender así me entretiene”, dice.
Además, el software permite que el profesor envíe preguntas a todos los computadores de los alumnos.
Los últimos viernes de cada mes, además, los alumnos participan en torneos online, con los otros colegios del proyecto.
“Los niños están muy motivados. Ellos son usuarios frecuentes de la tecnología y usarla para aprender matemáticas los entusiasma. Espero que esto les pueda ayudar en los contenidos más débiles”, dice Claudia, la profesora jefe del curso.